Cuentos para pensar

UNA VEZ LLEGARON CINCO VIAJEROS A LAS PUERTAS DEL CIELO

- ¿Quienes sois? - preguntó el guardián.
- Yo soy la Religión - dijo el primero.
- Yo la Juventud.
- Yo soy la Comprensión - dijo otro
- Yo soy la Inteligencia.
El último dijo:
- Yo soy la Sabiduría
Entonces el guardián del cielo pidió a los viajeros que se identificaran.
La Religión se arrodilló y rezó.
La Juventud rió y cantó.
La comprensión se sentó y escuchó.
La inteligencia analizó y opinó.

Por último la Sabiduría contó un cuento



Cuento Zen

En otros tiempos, un joven monje presa de dudas no podía comprender qué había que hacer para creer, para tener fe. Fue a ver a su maestro y le preguntó si podía esperar que en el futuro comprendería, aunque lo fuera un poco.
-No es necesario comprender -respondió el anciano maestro.
-Si no comprendo, ¿cómo tener fe?
-Inútil tener fe - dijo el Maestro.
-Entonces, no entiendo nada - dijo el monje.
-Lo único que necesitas es una fuerte certeza - replicó el Maestro.
Anochecía, y el anciano maestro salió del templo con su discípulo. Apuntando hacia el cielo con el dedo, le preguntó:
-¿Ves la estrella que brilla allí arriba?
El joven miró en la dirección indicada y respondió:
-Sí, la veo.
-¿Ves ahora esa otra que está justo al lado?
-No hay ninguna al lado - dijo el discípulo.
-Mira bien - agregó el Maestro.
Y efectivamente, el discípulo percibió una estrella casi invisible. Si trataba de mirarla directamente, no la veía; en cambio, si la miraba ligeramente de soslayo, la estrella se volvía perceptible. El Maestro le dijo entonces:
-Es lo mismo que la certeza. Comprender es ver la estrella que brilla; tener fe, es estar seguro de que existe una estrella aunque uno no la vea; la certeza interna es saber que existe aunque no se le perciba claramente. He utilizado esta metáfora para educarte, ahora debes comprender por tí mismo.
Al joven monje le impresionó muchísimo la sabiduría de su maestro, pero se preguntaba cómo podía éste saber que había una estrella invisible justo en ese sitio.
El Maestro le dijo entonces:
-Las estrellas son innumerables; creo que tú y yo no mirábamos la misma. El número de estrellas es tan grande, que siempre existe una invisible, en cualquier lugar, que solo se puede ver si se mira sin mirar.



Ser uno mismo

 Un rey fue hasta su jardín y descubrió que sus árboles, arbustos y flores, se estaban muriendo.
  El roble le dijo que se moría porque no podía ser más alto que el pino.
  Volviéndose al pino, lo halló caído porque no podía dar uvas como la vid.
  Y la vid, se moría porque no podía florecer como la rosa.
  Y la rosa lloraba porque no podía ser fuerte y sólida como el roble.
  Entonces, encontró una planta, una fresia, floreciendo y más fresca que nunca.
  El rey le pregunto:
¿Cómo es que creces tan saludable en medio de este jardín mustio, triste?
  Y la flor contestó:
No lo sé. Quizá sea porque siempre supuse que cuando me plantaste, querías fresias. Si hubieras querido un roble o una rosa, lo habrías plantado.
  En aquel momento me dije: Intentaré ser  la fresia de la mejor manera que pueda.



Los monjes budistas, la mujer y el río

Dos monjes budistas iban viajando juntos y tenían que atravesar un río caudaloso, en la orilla estaba una mujer que les pidió por favor que le ayudaran a cruzar, pues ella no podía hacerlo por sí sola.
Uno de los monjes, obedeciendo las reglas de su Orden que prohibía a los monjes hablar o tocar a cualquier mujer, la ignoró y atravesó el río.
El otro monje se compadeció de la mujer, la cargó en brazos y la llevó al otro lado del río, donde se despidió de ella y luego los dos monjes continuaron su viaje.
Durante el camino el monje que cumplió las reglas iba enfadado, recordando lo que había hecho su compañero.
Tras muchas horas de viaje y muchos kilómetros recorridos el primer monje seguía pensando en lo ocurrido y cuando no aguantó más su enojo, le reclamó a su compañero por haber desobedecido las reglas, por arriesgarse a ser expulsado, por haber deshonrado a su congregación.
El segundo monje le respondió:
“Yo dejé a esa mujer a la orilla del río, tu por qué sigues cargando con ella?”


Cuenta una historia que...

en una ocasión el León, el Rey de la selva, estaba muy angustiado por la cantidad de cazadores que perseguían a los animales. El León decidió reunir un ejército para defenderse de éstos.
Buscando, al primero que encontró fue a un enorme y pesado Elefante. Buenos días, majestad, saludó el elefante.
Buenos días querido Elefante.Quieres formar parte de mi ejército? le preguntó el león.
Por supuesto majestad, respondió rápidamente el elefante.
Entonces el león añadió: Tú serás nuestra gran defensa, ya que eres grande y fuerte, irás siempre por delante.
Así continuaron los dos a la búsqueda de nuevos aliados. Al poco se encontraron con el Lobo, que saludó respetuosamente: Buenos días majestad.
Muy buenos días señor Lobo, estoy preparando un ejército para defendernos de los cazadores. Querrás venir con nosotros? El elefante miró al león y le preguntó: ¿De qué nos va a servir un animal tan pequeño, comparado conmigo? ...El rey de la selva, haciendo caso omiso del comentario se dirigió de nuevo al lobo y le dijo: Tú podrás ser uno de los más feroces soldados.
El lobo aceptó sin duda alguna y los tres continuaron la marcha a la búsqueda de más soldados. De repente se encontraron con un Mono chillón y el león le formuló la misma pregunta para que formara parte de su ejército. ¿Para qué quieres a éste en nuestro ejército? no sirve para nada... comentó el lobo...Siempre será bueno distraer al enemigo, y nadie lo hará mejor que él, zanjo el leon.
De allí continuaron los cuatro el camino, mientras el león comenzaba a ver cómo se iba formando su ejército. De pronto aparecieron en su paso una atemorizada Liebre y un pobre Burro que apenas podía caminar. El león se dirigió a ellos ante la incredulidad de el elefante y el lobo...los vas a reclutar, majestad? preguntaron al unísono.
Claro que sí! rugió el león. Pero...para qué? preguntó el lobo...no te das cuenta que la liebre es un animal siempre atemorizado, que siempre escapa a todo correr y que este pobre burro está tan tullido que no puede ni con su peso? Estos no nos van a ayudar en nada! Ante su asombro, el león los reclutó.
Pasaron muchas jornadas cuando finalmente llegó el día de la batalla. El Burro, sentado en un punto avanzado rebuznó bien fuerte y avisó a todos de la proximidad del enemigo. La Liebre, aprovechando su velocidad, corría llevando mensajes de uno a otro. El Mono chillón distraía a los cazadores saltando de árbol en árbol gritando como solo sabía hacerlo él. Mientras tanto, el Elefante aparecía con su trompa, rebufando hacia todos lados; detrás de él, por un lado apareció el Lobo con la espalda electrizante y enseñando los colmillos. Por el otro lado el León hizo su aparición estelar rugiendo y zarandeando su magnifica melena.
El resultado fue evidente: los cazadores huyeron tirando las armas y jurando no volver mas a la selva.
El león fue un verdadero líder  ya que consiguió trabajar con las fortalezas de los miembros de su equipo, aun cuando los demás veían claramente sus debilidades. El elefante veía muy pequeño al lobo. Estos dos no veían utilidad alguna en el mono y aun menos en la liebre y el burro.

Si consiguiéramos concentrarnos más a menudo en las cualidades y no en los defectos de aquellos que nos rodean, bien seguro que nuestra vida seria más agradable. Por el contrario es mucho más habitual hacer lo contrario, es decir, gente concentrada en los puntos desagradables de los demás, ¿no recordáis a esa persona que siempre está criticando todo y encontrando defectos a todos con los que se cruza? ¿A que no es agradable estar con alguien así?
Si no somos capaces de ver alguna buena cualidad en los demás, debiéramos preocuparnos, pero por nosotros mismos, ya que nos hemos podido volver tan negativos que no podemos percibir todo lo bueno que hay alrededor nuestro.
Lo negativo: ver solamente los defectos y puntos débiles de aquellos con quienes nos toca vivir o trabajar.
Lo positivo: darnos cuenta de las cualidades y puntos fuertes de los demás y aprovecharlos para beneficio de todos, contando con un equipo extraordinario.



Un hombre
El hombre murió; al darse cuenta vio que se acercaba Dios y que llevaba una maleta consigo. Dios le dijo: bien hijo es hora de irnos; el hombre asombrado le pregunto a Dios: Ya!!! Tan pronto? tenía muchos planes.
Lo siento hijo pero es el momento de tu partida.
Que traes en la maleta? Preguntó el hombre; y Dios le respondió; Tus pertenencias!!!
Mis pertenencias?? Traes mis cosas, mi ropa, mi dinero?.Dios le respondió; eso nunca te perteneció, eran de la tierra.
Traes mis recuerdos? Esos nunca te pertenecieron, eran del tiempo.
Traes mis talentos? Esos no te pertenecieron, eran de las circunstancias.
Traes a mis amigos, a mis familiares? Lo siento hijo, ellos nunca te pertenecieron, eran del camino.
Traes a mi mujer y a mis hijos? Ellos nunca te pertenecieron, eran de tu corazón.
Traes mi cuerpo? Nunca te perteneció, ese era de polvo.
Entonces traes mi alma? No hijo! Esa es Mía.
Entonces el hombre lleno de miedo, le arrebató a Dios la maleta y al abrirla se dio cuenta que estaba vacía, Con una lágrima de desamparo brotando de sus ojos, el hombre le dijo a Dios "Nunca tuve nada"? Así es hijo mio. Cada uno de los momentos que viviste fueron solo tuyos. La vida es solo un momento, un momento solo tuyo.
Disfrútalo en su totalidad. Que nada de lo que crees que te pertenece te detenga, Vive el ahora, Vive tu vida Y no te olvides de SER FELIZ, es lo único que realmente vale la pena. Las cosas materiales y todo lo demás por lo que luchaste, se quedan aquí.  NO TE LLEVAS NADA! 

El Saludo

Cuenta una historia que un hombre trabajaba en una planta empacadora de carne en Noruega.
Un día, terminando su horario de trabajo, fue a uno de los refrigeradores para inspeccionar algo; se cerró la puerta con el seguro y se quedó atrapado dentro del refrigerador. Golpeó fuertemente la puerta y empezó a gritar, pero nadie lo escuchaba.
La mayoría de los trabajadores se habían retirado ya a sus casas, y era casi imposible escucharlo por el grosor que tenía esa puerta.
Llevaba cinco horas en el refrigerador al borde de la muerte.

De repente se abrió la puerta. 

El guardia de seguridad entró y lo rescató.

Después de esto, le preguntaron al guardia: “¿A qué se debe que se le ocurrió abrir esa puerta, siendo que no es parte de su rutina de trabajo?”.

Él explicó: “Llevo trabajando en ésta empresa 35 años; cientos de trabajadores entran a la planta cada día, pero él es el único que me saluda en la mañana y se despide de mí en las tardes. El resto de los trabajadores me tratan como si fuera invisible”.

“Hoy me dijo ¡Hola! a la entrada, pero nunca escuché: ¡Hasta mañana!”.
“Yo espero por ese hola, buenos días, y chau o hasta mañana cada día. Sabiendo que todavía no se había despedido de mi, pensé que debía estar en algún lugar del edificio, por lo que lo busqué y lo encontré.



La camisa del hombre feliz

Había una vez un rey cuya riqueza y poder eran tan inmensos, como eran de inmensas su tristeza y desazón.
-Daré la mitad de mi reino a quien consiga ayudarme a sanar las angustias de mis tristes noches- dijo un día.

Quizás más interesados en el dinero que podían conseguir que en la salud del Rey, los consejeros de la corte decidieron ponerse en campaña y no detenerse hasta encontrar la cura para el sufrimiento real. Desde los confines de la tierra mandaron traer a los sabios más prestigiosos y a los magos más poderosos de entonces, para ayudarles a encontrar el remedio buscado.
Pero todo fue en vano, nadie sabía cómo curar al monarca.
Una tarde, finalmente, apareció un viejo sabio que les dijo: -si encontráis en el reino un hombre completamente feliz, podréis curar al rey. Tiene que ser alguien que se sienta completamente satisfecho, que nada le falte y que tenga acceso a todo lo que necesita.

-Cuando lo halléis- siguió el anciano- pedidle su camisa y traedla a palacio. Decidle al rey que duerma una noche entera vestido solo con esa prenda. Os aseguro que mañana despertará curado.

Los consejeros se abocaron de lleno y con completa dedicación a la búsqueda de un hombre feliz, aunque ya sabían que la tarea no resultaría fácil.
En efecto, el hombre que era rico, estaba enfermo; el que gozaba de buena salud, era pobre. Aquel, rico y sano, se quejaba de su mujer y ésta, de sus hijos.
Todos los entrevistados coincidían en que algo les faltaba para ser totalmente felices aunque nunca se ponían de acuerdo en aquello que les faltaba.

Finalmente, una noche, muy tarde, un mensajero llegó al palacio. Habían encontrado al hombre tan intensatemente buscado. Se trataba de un humilde campesino que vivía al norte en la zona más árida del reino. Cuando el monarca fue informado del hallazgo. Éste se llenó de alegría e inmediatamente mandó que le trajeran la camisa de aquel hombre, a cambio de la cual deberían darle al campesino cualquier cosa que pidiera.

Los enviados se presentaron a toda prisa en la casa de aquel hombre para comprarle la camisa y, si era necesario –se decían- se la quitarían por la fuerza...

El rey tardó mucho en sanar  de su tristeza. De hecho su mal se agravó  cuando supo que el hombre más feliz de su reino, quizás el único totalmente feliz, era tan pobre, tan pobre... que no tenía ni siquiera una camisa.



Piedras en el camino
Hu-Ssong contaba a uno de su discípulos la siguiente historia:
"Un hombre que iba por el camino tropezó con una gran piedra; la recogió y la llevó consigo. Poco después tropezó con otra; igualmente la cargó.

Y así cargaba con todas las piedras con las que iba tropezando, hasta que aquel peso se volvió tan grande que el hombre ya no pudo caminar"

¿Qué piensas tú de ese hombre? preguntó Hu-Ssong
Que es un necio- respondió el discípulo- ¿para qué cargaba las piedras con las que tropezaba?

Entonces Hu-Ssong dijo:
"Eso es lo que hacen aquellos que cargan las ofensas que otros les han hecho, los agravios sufridos, y aún las amarguras de las propias equivocaciones.
Todo eso lo debemos dejar atrás, y no cargar las pesadas piedras del rencor contra los demás o contra nosotros mismos. Si hacemos a un lado esa inútil carga, si no la llevamos con nosotros, nuestro camino será más ligero y nuestro paso más seguro".

¿ZANAHORIA, HUEVO O CAFÉ? 

Una hija se quejaba con su padre acerca de su vida y lo difíciles que le resultaban las cosas. No sabía cómo hacer para seguir adelante y creía que se daría por vencida. Estaba cansada de luchar. Parecía que cuando solucionaba un problema, aparecía otro. 
Su padre, un chef de cocina, la llevó a su lugar de trabajo. Allí llenó tres ollas con agua y las colocó sobre fuego fuerte. Pronto el agua de las tres ollas estaba hirviendo. En una colocó zanahorias, en otra colocó huevos y en la última colocó granos de café. Las dejó hervir sin decir palabra. 
La hija esperó impacientemente, preguntándose qué estaría haciendo su padre. A los veinte minutos el padre apagó el fuego. Sacó las zanahorias y las colocó en un tazón. Sacó los huevos y los colocó en otro plato. Finalmente, coló el café y lo puso en un tercer recipiente. Mirando a su hija le dijo: 
- "Querida, ¿qué ves?" 
-"Zanahorias, huevos y café" fue su respuesta. 

La hizo acercarse y le pidió que tocara las zanahorias. Ella lo hizo y notó que estaban blandas. Luego le pidió que tomara un huevo y lo rompiera. Luego de sacarle la cáscara, observó el huevo duro. Luego le pidió que probara el café. Ella sonrió mientras disfrutaba de su rico aroma. Humildemente la hija preguntó: 
"¿Qué significa ésto, padre?" 

El le explicó que los tres elementos habían enfrentado la misma adversidad: agua hirviendo, pero habían reaccionado en forma diferente. La zanahoria llegó al agua fuerte, dura; pero después de pasar por el agua hirviendo se había vuelto débil, fácil de deshacer. El huevo había llegado al agua frágil, su cáscara fina protegía su interior líquido; pero después de estar en agua hirviendo, su interior se había endurecido. Los granos de café sin embargo eran únicos; después de estar en agua hirviendo, habían cambiado al agua. 

"- ¿Cuál eres tú?", le preguntó a su hija. "Cuando la adversidad llama a tu puerta, ¿cómo respondes? ¿Eres una zanahoria que parece fuerte pero que cuando la adversidad y el dolor te tocan, te vuelves débil y pierdes tu fortaleza? ¿Eres un huevo, que comienza con un corazón maleable? ¿Poseías un espíritu fluido, pero después de una muerte, una separación, o un despido te has vuelto duro y rígido? Por fuera te ves igual, pero ¿eres amargado y áspero, con un espíritu y un corazón endurecido? 
¿O eres como un grano de café? El café cambia al agua hirviente, el elemento que le causa dolor. Cuando el agua llega al punto de ebullición el café alcanza su mejor sabor. Si eres como el grano de café, cuando las cosas se ponen peor tú reaccionas mejor y haces que las cosas a tu alrededor mejoren. 

Descubriendo tu ego


Había una vez un científico que descubrió el arte de reproducirse a sí mismo tan perfectamente que resultaba imposible distinguir el original de la reproducción. Un día se enteró de que lo andaba buscando el Ángel de la Muerte, y entonces hizo doce copias de sí mismo. 
El Ángel no sabía cómo averiguar cuál de los trece ejemplares que tenía ante sí era el científico, de modo que los dejó a todos en paz y regresó al cielo. Pero no por mucho tiempo, porque, como era un experto en la naturaleza humana, se le ocurrió una ingeniosa estrategia. 

Regresó de nuevo y dijo: "Debe de ser usted un genio, señor, para haber logrado tan perfectas reproducciones de sí mismo, sin embargo, he descubierto que su obra tiene un defecto, un único y minúsculo defecto". 

El científico pegó un salto y gritó: "¡Imposible! ¿Dónde está el defecto?". 

"Justamente aquí", respondió el ángel mientras tomaba al científico de entre sus reproducciones y se lo llevaba consigo. 

"Todo lo que hace falta para descubrir al 'ego' es una palabra de adulación o de crítica.
Desconozco el autor



El Árbol de los Problemas 


El carpintero que había contratado para que me ayudara a reparar una vieja granja acababa de finalizar su primer día de trabajo. Su cortadora eléctrica se había dañado, haciéndole perder una hora de trabajo, y su viejo camión se negaba a arrancar. Mientras lo llevaba a su casa, permaneció en silencio. Cuando llegamos, me invitó a conocer a su familia. Mientras nos dirigíamos a la puerta, se detuvo brevemente frente a un pequeño árbol y tocó las puntas de las ramas con ambas manos. Cuando se abrió la puerta, ocurrió una sorprendente transformación. Su bronceada cara estaba plena de sonrisas. Abrazó a sus dos pequeños hijos y le dio un beso entusiasta a su esposa. 


De regreso me acompañó hasta el carro. Cuando pasamos cerca del árbol, sentí curiosidad y le pregunté acerca de lo que lo había visto hacer un rato antes. 



Este es mi árbol de problemas —contestó—. Sé que no puedo evitar tener problemas en el 

trabajo, pero una cosa es segura: los problemas no pertenecen a la casa, ni a mi esposa, ni a mis 

hijos. Así que simplemente los cuelgo en el árbol cada noche cuando llego a casa, y en la mañana los recojo otra vez. Lo divertido —dijo sonriendo— es que cuando salgo a recogerlos, no hay tantos como los que recuerdo haber colgado la noche anterior”. 




Apuntar Alto. 

Un maestro quería enseñarles una lección especial a sus alumnos, y para ello les dio la oportunidad de escoger entre tres exámenes: uno de cincuenta preguntas, uno de cuarenta y uno de treinta. A los que escogieron el de treinta les puso una “C”, sin importar que hubieran contestado correctamente todas las preguntas. 
A los que escogieron el de cuarenta les puso una “B”, aun cuando más de la mitad de las respuestas estuviera mal. 
Y a los que escogieron el de cincuenta les puso una “A”,aunque se hubieran equivocado en casi todas.
Como los estudiantes no entendían nada, el maestro les explicó: 
“Queridos alumnos: permítanme decirles que yo no estaba examinando sus conocimientos, sino su voluntad de apuntar a lo alto”. 




El por qué de nuestro trabajo…

Según cuenta la leyenda, un misionero cayó de un barco mientras navegaba en alta mar y fue arrastrado por el agua hasta la orilla de una remota villa de nativos. Personas de la villa lo encontraron y lo cuidaron y curaron ya que estaba casi muerto por la falta de comida y de agua fresca. Vivió entre ellos durante veinte años, adaptándose a su estilo de vida y forma de trabajo. No predicó sermones, ni tampoco les inculcó su fe. Tampoco les leyó ni recitó las Escrituras.

No obstante, cuando alguien se enfermaba, él se sentaba con el enfermo, a veces durante toda la noche. Cuando estaban hambrientos, les daba de comer. Cuando se sentían solitarios, les ofrecía un oído para escucharlos. Enseño al ignorante y siempre estuvo al lado del que se había equivocado.

Llegó un día en el que los misioneros entraron a esta villa y comenzaron a hablarles a las personas acerca de Jesús. Luego de escuchar su historia, la gente de la villa insistía en que Jesús ya había estado viviendo con ellos durante muchos años. Vengan, les dijo uno de ellos, se lo presentaremos. ¡Los misioneros fueron conducidos a una cabaña donde se encontraron con un compañero al cual habían perdido hacía mucho tiempo!.

EL por qué de nuestro trabajo siempre determina cómo vivimos



Arreglar el Mundo

Un científico vivía preocupado con los problemas del mundo y estaba resuelto a encontrar los medios para reducirlos y solucionar algunos. Pasaba días encerrado en su laboratorio en busca de respuestas para sus dudas. Cierto día, su hijo, de siete años, invadió su santuario decidido a ayudarlo a trabajar. El científico, nervioso por la interrupción, intentó hacer que el hijo fuera a jugar a otro sitio. Viendo que sería imposible sacarlo de allí, el padre procuró algo para darle al hijo, con el objetivo de distraer su atención... De repente tomó un mapa del mundo de una revista, y, con una tijera, recortó el mapa país por país a modo de puzzle en varios pedazos. Cogió también un rollo de cinta adhesiva, y se lo entregó todo al hijo diciendo:

-¿A ti te gustan los rompecabezas?. Entonces voy a darte algo para que te entretengas, aquí tienes el mundo todo roto. A ver si puedes arreglarlo bien, pero hazlo tu solito. Calculó que al niño le llevaría días para recomponer el mapa. Pocas horas después, oyó la voz de su hijo que le llamaba en voz baja:

-Papá, papá, ya lo he hecho. He conseguido terminarlo todo.

Al principio el padre no daba crédito a las palabras del niño. Le resultaba imposible que pudiese recomponer el mapa a su edad, un mapa que jamás había visto. Entonces, levantó los ojos de sus anotaciones, seguro que vería un trabajo desordenado y mal hecho. Para su sorpresa, el mapa estaba completo e impecablemente armado. Todos los pedazos habían sido colocados en los sitios que le correspondían. ¿Cómo podía ser posible? ¿Cómo había sido capaz de hacerlo y en tan poco tiempo?

-Pero hijo, si tu no sabías como era el mundo, como lo conseguiste?

-Papá, es verdad, yo no sabía cómo era el mundo, pero cuando tú arrancaste el papel de la revista para recortar, yo vi que del otro lado había la figura de un hombre... Cuando me diste el mundo para arreglarlo, yo lo intenté pero no lo conseguí. Fue entonces cuando me acordé del hombre, le di vuelta a los recortes y empecé a arreglar el hombre, que yo sabía bien cómo era.

Cuando conseguí arreglar el hombre, le di vuelta a la hoja y encontré que había arreglado el mundo.

Atribuido a: Gabriel García Márquez




El Ermitaño loco
Estaba él sentado allí, en su casa de piedra construida al pie de un peñasco, con una hermosa vista de todo el bosque y una cascada a pocos metros de la puerta de acceso.
La naturaleza lo circundaba, también la soledad. Solo tenía la compañía de las aves que se animaban a llegar a esas alturas. 

Muchos en el pueblo especulaban acerca del porqué de su elección de vida, porqué elegir la soledad, por qué no vivir entre otras personas, convivir, interactuar. Muchos especulaban, pero nadie sabía la verdadera razón: gustos raros, anti sociabilidad, promesas hechas a una amante lejana… todas sospechas, habladurías, ninguna certeza.

Sentado en el portón de su vivienda, tomaba su té viendo el sol ponerse todos los días, pensativo y silencioso. ¿Era ésta la manera de cumplir con algún pacto secreto?

Un día, se acercó a su puerta un niño, cansado debido a la subida, casi sin aire, debido a la altura en la que se situaba la casa. Casi sin aliento, se acerca y le pregunta: - ¿Por qué está aquí y no con el resto de la gente?
El hombre lo observa y le responde:

- Viví por mucho tiempo entre ellos. Fui padre, fui madre, fui vecino, hijo, esposo, amante, confidente, fui forastero… Ahora sólo quiero descubrir en mí el último rol de mi existencia. Todos están ya en mi corazón, no necesito más el vivirlos, experimentarlos. Me aprendí tan bien esos papeles, que me olvidé de lo más importante: Saber quién soy.

Para eso necesito olvidarme de esos roles, limpiarme de viejos y obsoletos ropajes, crear algo nuevo en mí y eso solo puedo lograrlo aquí, en contacto con la más pura verdad de Dios expresada por doquier. Estar solo, pero acompañado. Desde aquí puedo sentir lo que realmente es la gente del poblado, a través de este silencio divino que todo me revela, me acerco a mi verdad.

Al finalizar este discurso, besa al niño, le da alimentos para la vuelta a su casa y le dice: - Algún día querrás lo mismo y ese día tendrás la misma oportunidad que tengo yo en este momento, no la desperdicies… Sé feliz, sé tú.

El niño se quedó pensativo un momento y mientras volvía a su casa pensó: - Tenían razón en el pueblo, este hombre está loco, pero me gusta su locura, quiero eso, quiero su locura.
Por: Marina Liboreiro


La distancia de los corazones.
Extraído de Juntos pero no atados (Ed. Amat), de Jaime Soler y M. Mercè Conangla

Un día, Meher Baba preguntó a sus mandalíes:
- ¿Por qué las personas se gritan cuando están enojadas?
Los hombres pensaron durante unos momentos.
- Porque pierden la calma- dijo uno-, por eso se gritan.
- Pero, ¿por qué gritar cuando la otra persona está a tu lado? –preguntó Baba-. ¿No es posible hablarle en voz baja? ¿por qué gritas a una persona cuando estás enojado?
Los hombres dieron algunas otras respuestas, pero ninguna de ellas satisfacía al maestro Meher Baba. Finalmente, él explicó:
- Cuando dos personas están enojadas y discuten, sus corazones se alejan mucho. Para cubrir esta distancia, deben gritar para poder escucharse. Mientras más enojadas estén, más fuerte tendrán que gritar para escucharse la una a la otra a través de esa gran distancia.
Luego, Baba preguntó:
- ¿Qué sucede cuando dos personas se enamoran? Pues que no se gritan, sino que se hablan suavemente, ¿por qué?... Sus corazones están muy cerca. La distancia entre ellas es muy pequeña.
Los discípulos lo escuchaban absortos y Meher Baba continuó:- Cuando se enamoran más aún, ¿qué sucede? Los enamorados no hablan, sólo susurran y se acercan más en su amor. Finalmente no necesitan siquiera susurrar, sólo se miran y eso es todo. Así es, observad lo cerca que están dos personas que se aman. Así pues, cuando discutáis, no dejéis que vuestros corazones se alejen, no digáis palabras que los distancien más. Llegará un día en que la distancia será tanta que ya no encontrareis el camino de regreso



EL ANILLO DEL REY

Hubo una vez un rey que dijo a los sabios de la corte

-Me estoy fabricando un precioso anillo. He conseguido uno de los mejores diamantes posibles. Quiero guardar oculto dentro del anillo algún mensaje que pueda ayudarme en momentos de desesperación total, y que ayude a mis herederos, y a los herederos de mis herederos, para siempre.
Tiene que ser un mensaje pequeño, de manera que quepa debajo del diamante del anillo.
Todos quienes escucharon eran sabios, grandes eruditos; podrían haber escrito grandes tratados, pero darle un mensaje de no más de dos o tres palabras que le pudieran ayudar en momentos de desesperación total... Pensaron, buscaron en sus libros, pero no podían encontrar nada.
El rey tenía un anciano sirviente que también había sido sirviente de su padre. La madre del rey murió pronto y este sirviente cuidó de él, por tanto, lo trataba como si fuera de la familia. El rey sentía un inmenso respeto por el anciano, de modo que también lo consultó.
Y éste le dijo: No soy un sabio, ni un erudito, ni un académico, pero conozco el mensaje.
Durante mi larga vida en palacio, me he encontrado con todo tipo de gente, y en una ocasión me encontré con un místico.
Era invitado de tu padre y yo estuve a su servicio. Cuando se iba, como gesto de agradecimiento, me dio este mensaje el anciano lo escribió en un diminuto papel, lo dobló y se lo dio al rey. Pero no lo leas le dijo mantenlo escondido en el anillo.
Ábrelo sólo cuando todo lo demás haya fracasado, cuando no encuentres salida a la situación.
- Ese momento no tardó en llegar. El país fue invadido y el rey perdió el reino. Estaba huyendo en su caballo para salvar la vida y sus enemigos lo perseguían. Estaba solo y los perseguidores eran numerosos. Llegó a un lugar donde el camino se acababa, no había salida: enfrente había un precipicio y un profundo valle; caer por él sería el fin. Y no podía volver porque el enemigo le cerraba el camino. Ya podía escuchar el trotar de los caballos. No podía seguir hacia delante y no había ningún otro camino...
De repente, se acordó del anillo. Lo abrió, sacó el papel y allí encontró un pequeño mensaje tremendamente valioso:
Simplemente decía "ESTO TAMBIEN PASARA".
Mientras leía "esto también pasará" sintió que se cernía sobre él un gran silencio. Los enemigos que le perseguían debían haberse perdido en el bosque, o debían haberse equivocado de camino, pero lo cierto es que poco a poco dejó de escuchar el trote de los caballos. El rey se sentía profundamente agradecido al sirviente y al místico desconocido. Aquellas palabras habían resultado milagrosas.
Dobló el papel, volvió a ponerlo en el anillo, reunió a sus ejércitos y reconquistó el reino. Y el día que entraba de nuevo victorioso en la capital hubo una gran celebración con música, bailes... y él se sentía muy orgulloso de sí mismo.
El anciano estaba a su lado en el carro y le dijo:
- Este momento también es adecuado: vuelve a mirar el mensaje.
- ¿Qué quieres decir? preguntó el rey. Ahora estoy victorioso, la gente celebra mi vuelta, no estoy desesperado, no me encuentro en una situación sin salida.
- Escucha, dijo el anciano: este mensaje no es sólo para situaciones desesperadas; también es para situaciones placenteras.
No es sólo para cuando estás derrotado; también es para cuando te sientes victorioso.
No es sólo para cuando eres el último; también es para cuando eres el primero.
El rey abrió el anillo y leyó el mensaje: "Esto también pasará", y nuevamente sintió la misma paz, el mismo silencio, en medio de la muchedumbre que celebraba y bailaba, pero el orgullo, el ego, había desaparecido. El rey pudo terminar de comprender el mensaje. Se había iluminado.
Entonces el anciano le dijo: Recuerda que todo pasa. Ninguna cosa ni ninguna emoción son permanentes.
Como el día y la noche, hay momentos de alegría y momentos de tristeza. Acéptalos como parte de la dualidad de la naturaleza porque son la naturaleza misma de las cosas.



LA TAZA VACÍA - CUENTO ZEN

Según una vieja leyenda, un famoso guerrero, va de visita a la casa de un maestro Zen. Al llegar se presenta a éste, contándole de todos los títulos y aprendizajes que ha obtenido en años de sacrificados y largos estudios.

Después de tan sesuda presentación, le explica que ha venido a verlo para que le enseñe los secretos del conocimiento Zen.

Por toda respuesta el maestro se limita a invitarlo a sentarse y ofrecerle una taza de té.

Aparentemente distraído, sin dar muestras de mayor preocupación, el maestro vierte té en la taza del guerrero, y continúa vertiendo té aún después de que la taza está llena.

Consternado, el guerrero le advierte al maestro que la taza ya está llena, y que el té se escurre por la mesa.

El maestro le responde con tranquilidad "Exactamente señor. Usted ya viene con la taza llena, ¿cómo podría usted aprender algo?

Ante la expresión incrédula del guerrero el maestro enfatizó: "A menos que su taza esté vacía, no podrá aprender nada"








ASAMBLEA DE LA CARPINTERÍA

"Una vez en la carpintería hubo una extraña Asamblea: fue una reunión de
herramientas para arreglar sus diferencias. El martillo ejerció la
presidencia, pero la Asamblea le notificó que tenía que renunciar. ¿La
causa? ¡Hacía demasiado ruido! Y, además, se pasaba el tiempo golpeando. 
El martillo aceptó su culpa, pero pidió que también fuera expulsado el tornillo
dijo que había que darle muchas vueltas para que sirviera de algo. Ante
semejante ataque, el tornillo aceptó también, pero a su vez pidió la
explusión de la lija. Hizo ver que era muy áspera en su trato y siempre
tenía fricciones con los demás. Y la lija estuvo de acuerdo, pero a
condición de que fuera expulsado el metro, que se pasaba el día midiendo a
los demás conforme a un rasero de su invención, como si fuera el único
perfecto. 

De repente entró el carpintero, se puso el delantal e inició su trabajo.
Utilizó indistintamente el martillo, la lija, el metro y el tornillo. 

Finalmente, la tosca madera inicial se convirtió en un lindo mueble. Cuando
la carpintería quedó nuevamente sola, la Asamblea reanudó la deliberación.
Fue entonces cuando tomó la palabra el serrucho, y dijo: "Señores, ha
quedado demostrado que tenemos defectos, pero el carpintero trabaja con
nuestras cualidades. Eso es lo que nos hace valiosos. Así que no pensemos ya en nuestros puntos malos y concentrémonos en la utilidad de nuestros puntos buenos". 

La Asamblea encontró entonces que el martillo era fuerte, el tornillo unía y
daba solidez, la lija era especial para afinar y limar asperezas y
observaron también que el metro era preciso y exacto. Descubrieron de pronto que conformaban un equipo capaz de producir muebles de calidad. Se sintieron orgullosos de sus fortalezas y de trabajar juntos. 

Ocurre lo mismo con las personas. Observen y lo comprobarán. Cuando en una empresa o colectivo cualquiera el personal busca a menudo defectos en los demás, la situación se vuelve tensa y negativa. En cambio, al tratar con
sinceridad de percibir las capacidades concretas que distinguen a los demás,
es cuando florecen los mejores logros. Es fácil encontrar defectos,
cualquier tonto puede hacerlo, pero encontrar cualidades, eso es para SERES
EXTRAORDINARIOS que son capaces de inspirar todos los éxitos humanos".
Extraído de la Web




LAS 4 ESPOSAS

Había una vez un rey que tenía cuatro esposas.
Él amaba a su CUARTA ESPOSA más que a las demás y la adornaba con ricas vestiduras y la complacía con las delicadezas más finas. Sólo le daba lo mejor.
También amaba mucho a su TERCERA ESPOSA y siempre la exhibía en los reinos vecinos.Sin embargo, temía que algún día ella se fuera con otro.
También amaba a su SEGUNDA ESPOSA. Ella era su confidente y siempre se mostraba bondadosa, considerada y paciente con él. Cada vez que el rey tenía un problema, confiaba en ella para ayudarle a salir de los tiempos difíciles.
La PRIMERA ESPOSA del rey era una compañera muy leal y había hecho grandes contribuciones para mantener tanto la riqueza como el reino del monarca. Sin embargo, él no amaba a su primera esposa y aunque ella le amaba profundamente, él apenas se fijaba en ella.
Un día, el rey enfermó y se dio cuenta de que le quedaba poco tiempo. Pensó acerca de su vida de lujo y caviló:“Ahora tengo cuatro esposas conmigo pero, cuando muera, estaré solo”.
Así que le pregunto a su CUARTA ESPOSA:
- “Te he amado más que a las demás, te he dotado con las mejores vestimentas y te he cuidado con esmero. Ahora que estoy muriendo, ¿estarías dispuesta a seguirme y ser mi compañía?
- ¡Ni pensarlo! Contestó la cuarta esposa y se alejó sin decir más palabras.
Su respuesta penetró en su corazón como un cuchillo filoso.
El entristecido monarca le pregunto a su tercera esposa:
-Te he amado toda mi vida. Ahora que estoy muriendo, ¿estarías dispuesta a seguirme y ser mi compañía?
- ¡No! Contestó su TERCERA ESPOSA. ¡La vida es demasiado buena! ¡Cuándo mueras, pienso volverme a casar!”
Su corazón experimentó una fuerte sacudida y se puso frío.
Entonces preguntó a su SEGUNDA ESPOSA:
-“Siempre he venido a ti por ayuda y siempre has estado allí para mí. Cuando muera, ¿estarías dispuesta a seguirme y ser mi compañía?
- ¡Lo siento, no puedo ayudarte esta vez!”. Contestó la segunda esposa. “Lo más que puedo hacer por ti es enterrarte”.
Su respuesta vino como un relámpago estruendoso que devastó al rey.
Entonces escuchó una voz:
“Me iré contigo y te seguiré dondequiera tu vayas”. El rey dirigió la mirada en dirección de la voz y allí estaba su PRIMERA ESPOSA. Sé veía tan delgaducha, sufría de desnutrición. Profundamente afectado, el monarca dijo: ¡Debí haberte atendido mejor cuando tuve la oportunidad de hacerlo!
En realidad, todos tenemos cuatro esposas en nuestras vidas.
Nuestra CUARTA ESPOSA es nuestro CUERPO.  
No importa cuanto tiempo y esfuerzo invirtamos en hacerlo lucir bien, nos dejará cuando muramos.
Nuestra TERCERA ESPOSA son nuestras POSESIONES, CONDICIÓN SOCIAL Y RIQUEZA. Cuando muramos, irán a parar a otros.
Nuestra SEGUNDA ESPOSA es nuestra FAMILIA Y AMIGOS. 
No importa cuanto nos hayan sido de apoyo a nosotros aquí, lo más que podrán hacer es acompañarnos hasta el sepulcro.
Y nuestra PRIMERA ESPOSA es nuestra ALMA, frecuentemente ignorada en la búsqueda.
Sin embargo, nuestra alma es la única que nos acompañará dondequiera que vayamos. ¡Así que, cultívala, fortalécela y cuídala ahora!



PUEDES HACERLO

En una tarde nublada y fría, dos niños patinaban sin preocupación sobre una laguna congelada. De repente el hielo se rompió, y uno de ellos cayó al agua. El otro agarro una piedra y comenzó a golpear el hielo con todas sus fuerzas, hasta que logró quebrarlo y así salvar a su amigo.
Cuando llegaron los bomberos y vieron lo que había sucedido, se preguntaron: “¿Cómo lo hizo? El hielo está muy grueso, es imposible que haya podido quebrarlo con esa piedra y sus manos tan pequeñas...”
En ese instante apareció un abuelo y, con una sonrisa, dijo:
—Yo sé cómo lo hizo.
— ¿Cómo? —le preguntaron.
—No había nadie a su alrededor para decirle que no podía hacerlo.






LA ÚLTIMA PALABRA

El alumno preguntó:

-¿Unas últimas palabras de sabiduría que pueda transmitirnos?

El místico se quedó pensando unos instantes.

- Podran superar casi cualquier dificultad recordando dos frases.

- ¿Cuáles?

- La primera: Lo que es, es. La segunda: Lo que no es, no es.

El místico prosiguió:

- Son muchos los que malgastan su tiempo concentrándose en lo que no es, habitan en cosas que no son reales. Si algo es real, si ES, ya se trate de un sentimiento como la ira o un hecho como un descenso en las ventas, es una pérdida de tiempo desear que no lo sea. Lo que podemos hacer si algo es REAL, es ACEPTARLO tal como ES, y después decidir si queremos emplear la energía necesaria en intentar modificarlo. Una vez decidido, hay que poner toda la energía en las acciones que emprender. Esto es básicamente todo lo que hace falta para tener éxito en los negocios
y en la vida.
 


¿Contra quien luchamos?

Se cuenta lo siguiente de un viejo anacoreta o ermitaño, es decir, una de esas personas que por amor a Dios se refugian en la soledad del desierto, del bosque o de las montañas para solamente dedicarse a la oración y a la penitencia.
Se quejaba muchas veces que tenía demasiado quehacer.
La gente preguntó cómo era eso de que en la soledad estuviera con tanto trabajo.
Les contestó:
"Tengo que domar a dos halcones, entrenar a dos águilas, mantener quietos a dos conejos, vigilar una serpiente, cargar un asno y someter a un león".
No vemos ningún animal cerca de la cueva donde vives.
¿Dónde están todos estos animales?
Entonces el ermitaño dio una explicación que todos comprendieron.
Porque estos animales los tienen todos los hombres, ustedes también.
Los dos halcones, se lanzan sobre todo lo que se les presenta, bueno y malo.
Tengo que domarlos para que sólo se lancen sobre una presa buena...son mis ojos.
Las dos águilas con sus garras hieren y destrozan. Tengo que entrenarlas para que sólo se pongan al servicio y ayuden sin herir...son mis dos manos.
Y los conejos quieren ir adonde les plazca, huir de los demás y esquivar las cosas difíciles.
Tengo que enseñarles a estar quietos aunque haya un sufrimiento, un problema o cualquier cosa que no me gusta...son mis dos pies.
Lo más difícil es vigilar la serpiente aunque se encuentra, encerrada en una jaula de 32 varillas.
Siempre está lista por morder y envenenar a los que la rodean apenas se abre la jaula, si no la vigilo de cerca, hace daño...es mi lengua.
El burro es muy obstinado, no quiere cumplir con su deber. Pretende estar cansado y no quiere llevar su carga de cada día...es mi cuerpo.
Finalmente necesito domar al león, quiere ser el rey, quiere ser siempre el primero, es vanidoso y orgulloso...es mi corazón.
Autor desconocido
EL REY CIEGO

“Hubo una vez, hace más de 5.000 años atrás, un gran Rey cuya ambición fue conquistar cada rincón de este planeta. Guiado por su intención clara y su fuerte voluntad, este Rey comenzó a conquistar todas las tierras por las que pasó y al cabo de algunos años finalmente logró su objetivo, convirtiéndose en el primer Rey que gobernó sobre todo el Mundo.
Este Rey era un hombre muy noble y desde el comienzo se preocupó de que cada uno de sus súbditos estuviera seguro y que siempre tuvieran ricos alimentos para comer. Con el paso del tiempo, el Rey envejeció y quedó ciego, heredando el trono al mayor de sus hijos, lo que despertó gran envidia y desconfianza en el resto de sus hermanos y primos.
 Poco a poco el Rey comenzó a recibir falsos rumores que decían que su hijo estaba mal gastando sus tesoros y descuidando las tierras, todos le aconsejaban al Rey que si no hacía algo un día perdería todo lo que con tanto esfuerzo había conseguido
 Así, el Rey que por su ceguera era incapaz de ver la realidad, comenzó a desconfiar de su hijo maldiciéndolo con su temor. Al pasar los días, los rumores fueron alimentando el miedo del Rey, y preso de la ignorancia termino por expulsar a su hijo del reino, entregando sus tierras a sus consejeros quienes malgastaron sus tesoros, se separaron es diferentes reinos y comenzaron a luchar entre ellos.”
Presos de nuestros condicionamientos y creencias, generamos Percepciones destructivas que crecen y se manifiestan como Realidades en este Universo.
“No hay verdad, solo Percepción”
Sri Amma Bhagavan




CIERRA LOS OÍDOS

Eran un anciano y un niño que viajaban con un burro. Caminaban al lado del jumento cuando atravesaban un pueblo. Un grupo de niños se rió de ellos gritando:

- ¡Mirad qué par de tontos! De manera que tienen un burro y van los dos andando. Por lo menos el viejo podria subirse a él. Entonces el anciano se subió al burro y ambos siguieron la marcha. Al pasar otro pueblo, algunas personas se indignaron al ver al viejo sobre el burro y dijeron:

- Parece mentira. El viejo cómodamente sentado en el burro y el pobre niño caminando. Viejo y niño intercambiaron sus puestos. Al llegar a la siguiente aldea, la gente comentó:

- ¡Esto sí que es intolerable! El muchacho sentado en el burro y el pobre anciano caminando a su lado. Puestas así las cosas, el viejo y el niño se subieron al burro. Poco después venían un grupo de campesinos por el camino. Les vieron y les dijeron:

- ¡Es vergonzoso lo que hacéis! Vais a reventar al pobre animal. El viejo y el niño tomaron la determinación de cargar al burro sobre sus hombros, pero entonces la gente se mofó de ellos diciéndoles:

- Nunca vimos una gente tan boba. Tienen un burro y en lugar de montarlo, lo llevan a cuestas. De repente el burro se revolvió con fuerza y se desplomó a un barranco, hallando la muerte. El viejo, súbitamente, instruyó al muchacho:

- Querido mío, si escuchas las opiniones de los demás y les haces caso, acabarás más muerto que este burro. ¿Sabes lo que te digo? Cierra tus oídos a la opinión ajena. Que lo que los demás dicen te sea indiferente. Escucha únicamente la voz de tu corazón.






PUNTO NEGRO

Cierto día, un profesor entra al salón de clases y le dice a los alumnos, que se preparen para una prueba sorpresa.

Todos se pusieron nerviosos, asustados por el examen que vendría, mientras el profesor iba entregando la hoja del examen con la parte frontal para abajo, de modo que no vieran lo que contenía hasta él decir en que constaba la prueba.

Una vez que entregó todas las hojas, les pidió que den vuelta a la hoja y vean el contenido.

Para sorpresa de todos era una hoja en blanco que tenía en el medio un punto negro.

Viendo la cara de sorpresa de todos sus alumnos, el profesor les dijo: - Ahora van a escribir una redacción sobre lo que están viendo.

Todos los jóvenes, confundidos, se pusieron a pensar y a escribir sobre lo que veían.

Terminado el tiempo, el maestro recoge las hojas, las coloca en el frente del escritorio y comienza a leer las redacciones en voz alta.

Todas, sin excepción se referían al punto negro de diferentes maneras.

Terminada la lectura, el profesor comenzó a hablar de la siguiente manera:

Este test no es para darles una nota, les servirá como lección de vida. Nadie habló de la hoja en blanco, todos centraron su atención en el punto negro. Esto mismo pasa en nuestra vida, en ella tenemos una hoja en blanco entera, para ver y aprovechar, pero nos centramos en los puntos negros.

La vida es un regalo de la naturaleza, nos es dada con cariño y amor, siempre tenemos sobrados motivos para festejar, por su renovación, por los amigos que nos apoyan, el empleo que nos da el sustento, los milagros que suceden diariamente, y no obstante insistimos en mirar el punto negro, ya sea el problema de salud que nos afecta, la falta de dinero, la difícil relación con un familiar, la decepción con un amigo...

Los puntos negros son mínimos en comparación con todo lo que diariamente obtenemos, pero ellos ocupan nuestra mente, en todo momento.
Saquen su atención de los puntos negros, aprovechen cada bendición, cada momento que el Creador nos da, tranquilícense y sean felices... 






MAESTRA ¿ QUÉ ES EL AMOR? 

Uno de los niños de una clase de educación infantil preguntó:
  • Maestra… ¿qué es el amor?
La maestra sintió que la criatura merecía una respuesta que estuviese a la altura de la pregunta inteligente que había formulado. Como ya estaban en la hora del recreo, pidió a sus alumnos que dieran una vuelta por el patio de la escuela y trajeran cosas que invitaran a amar o que despertaran en ellos ese sentimiento. Los pequeños salieron apresurados y, cuando volvieron, la maestra les dijo:
Quiero que cada uno muestre lo que ha encontrado.
El primer alumno respondió:
  • Yo traje esta flor… ¿no es bonita?
A continuación, otro alumno dijo:
- Yo traje este pichón de pajarito que encontré en un nido… ¿no es gracioso?
Y así los chicos, uno a uno, fueron mostrando a los demás lo que habían recogido en el patio.
Cuando terminaron, la maestra advirtió que una de las niñas no había traído nada y que había permanecido en silencio mientras sus compañeros hablaban. Se sentía avergonzada por no tener nada que enseñar.
La maestra se dirigió a ella:
  • Muy bien, ¿y tú?, ¿no has encontrado nada que puedas amar?
La criatura, tímidamente, respondió:
- Lo siento, seño. Vi la flor y sentí su perfume, pensé en arrancarla pero preferí dejarla para que exhalase su aroma durante más tiempo. Vi también mariposas suaves, llenas de color, pero parecían tan felices que no intenté coger ninguna. Vi también al pichoncito en su nido, pero…, al subir al árbol, noté la mirada triste de su madre y preferí dejarlo allí… 
Así que traigo conmigo el perfume de la flor, la libertad de las mariposas y la gratitud que observé en los ojos de la madre del pajarito. ¿Cómo puedo enseñaros lo que he traído?
La maestra le dio las gracias a la alumna y emocionada le dijo que había sido la única en advertir que lo que amamos no es un trofeo y que al amor lo llevamos en el corazón. 
El amor es algo que se siente.





LA CAJA DE BESOS

Hace ya algún tiempo un hombre castigó a su pequeña hija de tres años por desperdiciar un rollo de papel dorado para envoltura. El dinero le era escaso en esos días, por lo que explotó en furia cuando vio a la niña tratando de envolver una caja.
A la mañana siguiente, la niña regaló a su padre la caja envuelta y le dijo: “Esto es para ti, papito”. Él se sintió avergonzado, pero cuando abrió la caja y la encontró vacía, otra vez gritó con ira: “¿acaso no sabes que cuando se le da un regalo a alguien se supone que tiene que haber algo dentro?”
La pequeña volteó hacia arriba el rostro y con lágrimas en los ojos dijo: “¡Oh, papito, no está vacía! Yo soplé un montón de besos dentro de esa caja y todos son para ti”.
El padre se sintió morir, rodeó con sus brazos el pequeño cuerpo de su hija y le suplicó que lo perdonara.
Dicen que el hombre guardó esa caja dorada cerca de su cama por años y que siempre que se sentía derrumbado, tomaba de ella un beso y recordaba el amor que su hija había depositó ahí.
De alguna forma cada uno de nosotros hemos recibido alguna caja llena de amor incondicional y de besos de nuestros hijos, amigos, familia...
Nadie poseerá jamás un propiedad más grande.





EL CAMINO DEL CIELO Y DEL INFIERNO

Un guerrero de fama y fuerte carácter luego de recorrer un largo camino se dirige a una escarpada montaña, lugar de habitación de un solitario y sabio maestro del budismo (probablemente un sacerdote)

Cuando llega a la morada del sabio luego de una agotadora jornada saluda respetuosamente al monje, el cual guarda silencio sin moverse de su posición.

Luego le dice: He venido hasta aquí desde muy lejos para saber de un sabio como Usted ¿cuál es el camino hacia el cielo y el infierno?. El monje impasible mantuvo el silencio sin mirarlo siquiera. El guerrero algo irritado le increpa diciendo: ¡He subido esta escarpada montaña, he recorrido un largo camino en busca de sabiduría y quiero que me responda ¿cuál es el camino entre el cielo y el infierno?!. El monje no mostró siquiera un cambio de actitud, como si fuera una escultura.

El guerrero reaccionó sulfurado e iracundo diciendo: ¡¡ He hecho un gran esfuerzo por estar aquí, no permitiré que me faltes así el respeto!! y levantó su espada con la cierta intención de darle muerte. En ese momento el monje levanta su mano indicando con su dedo índice al guerrero y exclama con voz firme: ¡Ese es el camino del infierno! Sorprendido y avergonzado el guerrero envaina lentamente espada. El monje con voz tranquila le dice: Ese es el camino 
del cielo.






SER UNO MISMO
Un rey fue hasta su jardín y descubrió que sus árboles, arbustos y flores, se estaban muriendo.
El roble le dijo que se moría porque no podía ser más alto que el pino.
Volviéndose al pino, lo halló caído porque no podía dar uvas como la vid.
Y la vid, se moría porque no podía florecer como la rosa.
Y la rosa lloraba porque no podía ser fuerte y sólida como el roble.
Entonces, encontró una planta, una fresia, floreciendo y más fresca que nunca.
El rey le pregunto:
¿Cómo es que creces tan saludable en medio de este jardín mustio, triste?
Y la flor contestó:
No lo sé. Quizá sea porque siempre supuse que cuando me plantaste, querías fresias. 

Si hubieras querido un roble o una rosa, lo habrías plantado.
En aquel momento me dije: Intentaré ser  la fresia de la mejor manera que pueda.






Cuento Zen - el Cantero

Había una vez un cantero que estaba insatisfecho consigo mismo y con su posición en la vida. Un día pasó por la casa de un rico comerciante. A través de la entrada abierta, vio muchas finas posesiones e importantes visitantes. "¡Cuán poderoso debe ser el comerciante!", pensó el cortador de piedra. Se puso muy envidioso y deseó que pudiera ser como el comerciante. Para su gran sorpresa, se convirtió repentinamente en el comerciante, gozando de más lujos y poder de lo que siempre había imaginado, pero envidiado y detestado por aquellos menos ricos que él.

Pronto un alto funcionario pasó cerca, llevado en una silla de manos, acompañado por asistentes y escoltado por soldados batiendo gongos. Todos, sin importar cuan rico, tenían que hacer una reverencia ante la procesión. "¡Cuán poderoso es ese funcionario!", pensó. "¡Deseo que pudiera ser un alto funcionario!".

Entonces se convirtió en el alto funcionario, llevado por todas partes en su bordada silla de manos, temido y odiado por la gente de todo alrededor. Era un día caluroso de verano, por eso el funcionario se sentía muy incómodo en la pegajosa silla. Levantó la mirada al sol. Brillaba orgulloso en el cielo, no afectado por su presencia. "¡Cuán poderoso es el sol!" pensó. "¡Deseo que pudiera ser el sol!".

Entonces se convirtió en el sol, brillando ferozmente sobre todos, abrasando los campos, maldecido por los granjeros y los trabajadores. Pero una enorme nube negra se interpuso entre él y la tierra, de modo que su luz no pudo brillar más sobre todo allá abajo. "¡Cuán poderosa es esa nube de tormenta!", pensó. "¡Deseo que pudiera ser una nube!".

Entonces se convirtió en la nube, inundando los campos y las aldeas, increpado por todos. Pero pronto descubrió que estaba siendo empujado lejos por cierta gran fuerza, y se dio cuenta de que era el viento. "¡Cuán poderoso es!", pensó. "¡Deseo que pudiera ser el viento!".

Entonces se convirtió en el viento, llevándose tejas de los techos de las casas, arrancando árboles, temido y odiado por todos debajo de él. Pero después de un rato, se izó en contra de algo que no movería, no importa cuan fuertemente soplara en contra de ella, una enorme y altísima roca. "¡Cuán poderosa es esa roca!", pensó. "¡Deseo que pudiera ser una roca!".

Entonces se convirtió en la roca, más poderosa que nada más en la tierra. Pero mientras estaba parado allí, oyó el sonido de un martillo golpeando un cincel en la dura superficie, y sintió que estaba siendo cambiado. "¿Qué podría ser más poderoso que yo, la roca?", pensó. Bajó la mirada y vio lejos debajo de él, la figura de un cantero.

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