Chacras

En construcción

El Sistema de Chacras 

El sistema energético y los cuerpos
no materiales del hombre

LA mayoría de las personas consideran el mundo de la materia y, por tanto, también el cuerpo físico como la
única realidad, pues es el único que pueden percibir a través de los sentidos físicos y captar con el raciocinio.
Sin embargo, al ojo clarividente que mira a una persona se le abre un sinfín de estructuras energéticas,
movimientos energéticos, formas y colores, que se hacen visibles dentro y alrededor del cuerpo físico.
            Si tú te encuentras entre esas personas que sólo pueden aceptar como realidad el cuerpo material,
 piensa en todo lo que sucede con la energía, con la fuerza vital que da vida a un cuerpo físico y que le
 proporciona sensaciones y capacidad de expresión, cuando ese cuerpo muere. Una ley física afirma que, en el
 universo, la energía no se destruye, sino que únicamente puede transformarse en otras formas de energía.
La energía que actúa detrás de la manifestación material del cuerpo y sus funciones y capacidades está 
compuesta por un sistema energético complejo sin el cual no podría existir el cuerpo físico. Este 
sistema energético está formado por tres componentes fundamentales:
            1 ) Los cuerpos no materiales o cuerpos energéticos.
            2) Los chakras o centros energéticos.
            3) Los nadis o canales energéticos.
            En este sistema los nadis constituyen una especie de arterias intangibles. La palabra
«nadi» procede del sánscrito y significa aproximadamente «tubo», «vaso» o «arteria». Su función consiste 
en conducir el «prana» o energía vital a través del sistema energético no material.
            La palabra sánscrita «prana» puede traducirse por «energía absoluta». En el ámbito cultural chino 
y japonés esta fuerza vital universal se denomina «chi» o «ki». Representa la fuente original de todas las
formas energéticas y se manifiesta en diferentes áreas existenciales mediante frecuencias distintas. Una de sus
manifestaciones es la respiración, una de las formas por las que podemos absorber «prana» dentro de nosotros.


















 El plano de la consciencia de toda forma viva depende de las frecuencias del «prana» que puede absorber y
 almacenar. Así, por ejemplo, en los animales encontramos gamas de frecuencia más bajas que en el hombre,
 y en los hombres desarrollados hallamos frecuencias superiores a las que encontramos en personas que se
 encuentran al principio de su desarrollo.
            A través de los chakras, los nadis de un cuerpo energético están unidos con los nadis del cuerpo 
energético vecino. Algunos textos indios y tibetanos antiguos mencionan el número de 72.000 nadis; otros
escritos históricos hablan de 350.000 nadis. Los canales energéticos más importantes son: «sushumna»,
 «ida» y «pingala», sobre los que profundizaremos en el capítulo siguiente. Los chinos y japoneses conocen 
un sistema similar de canales energéticos que denominan meridianos (del conocimiento de estos meridianos se
 desarrolló la acupuntura).
            En el sistema energético del hombre los chakras sirven de estaciones receptoras, transformadoras
 y distribuidoras de las diferentes frecuencias del «prana». Absorben, directamente o a través de los 
nadis, las energías vitales de los cuerpos energéticos no materiales del hombre, de su entorno, del cosmos y
 de las fuentes que son el fundamento de cualquier manifestación, la transforman en las frecuencias que 
necesitan las diferentes áreas del cuerpo físico o de los cuerpos inmateriales para su conservación y 
desarrollo, y la retransmiten a través de los canales energéticos. Además, irradian energías al entorno. 
Mediante este sistema energético, el hombre efectúa un intercambio con las fuerzas que actúan en los 
diferentes planos del ser en su entorno, en el universo y en la base de la creación.
            Dado que los chakras mantienen una interrelación muy estrecha con los cuerpos energéticos,
 en este capítulo nos gustaría describir primeramente la apariencia externa y las funciones de estos
 cuerpos. En el capítulo siguiente se incluye una descripción general de los chakras, y en los siete
 capítulos dedicados a cada uno de los chakras se encuentra una exposición detallada de las funciones de 
cada uno de estos centros energéticos.
            En general, se distinguen cuatro cuerpos energéticos:
            1 ) El cuerpo etérico.
            2) El cuerpo emocional o astral.
            3) El cuerpo mental.
            4) El cuerpo espiritual o causal.
Junto a los siete chakras principales podemos reconocer un gran número de chakras secundarios, así 
como una red prácticamente inabarcable de finos canales energéticos, los nadis. Algunos textos que
nos han sido transmitidos por la tradición mencionan 350.000 nadis, a través de los cuales fluyen las 
energías cósmicas. Éstos se aúnen en 14 nadis principales, que a su vez se corresponden con los chakras.
            Cada uno de estos cuerpos no materiales posee su propia frecuencia de vibración fundamental.
 El cuerpo etérico, que es el más cercano al cuerpo físico, vibra con la frecuencia más baja. Los 
cuerpos astral y mental poseen a su vez frecuencias mayores, y en el cuerpo causal podemos encontrar
 representados los índices de vibración máximos.
            Cada uno de estos cuerpos se asemeja a un baile de energías dentro de su propia gama de 
vibraciones, en el cual las frecuencias aumentan constantemente a lo largo del desarrollo y 
perfeccionamiento de una persona. Los cuerpos energéticos representan portadores de conciencia en
determinados planos de vibración, y cuando su índice de vibración aumenta transmiten al hombre 
energías vitales, sensaciones y conocimientos superiores dentro de su ámbito de funciones específico.
            Sin embargo, los diferentes cuerpos energéticos no están totalmente separados entre sí.
Se interpenetran mutuamente mientras cada uno vibra dentro de su propia gama de frecuencias, de 
forma que incluso un clarividente sólo podrá distinguirlos ajustando su capacidad de clarividencia a la 
esfera correspondiente. Por ejemplo, para poder observar el cuerpo astral tendrá que dirigir su mirada 
clarividente a la esfera astral; si desea percibir el cuerpo mental, debe ajustarse a la esfera mental, etc.

El cuerpo etérico

            El cuerpo etérico posee aproximadamente la misma extensión y forma que el cuerpo físico. Por ello
 también se encuentra la denominación de «doble etérico» o «cuerpo físico interior». Es el portador de las
 fuerzas modeladoras para el cuerpo físico, así como de la energía vital creadora y de todas las sensaciones 
físicas.
            El cuerpo etérico se forma de nuevo en cada reencarnación del hombre, y vuelve a disolverse en 
el plazo de tres a cinco días después de su muerte física (el cuerpo astral, el cuerpo mental y el cuerpo
causal continúan existiendo después de la muerte, y en cada nueva encarnación se unen otra vez al recién formado).
            El cuerpo etérico atrae energías vitales del sol a través del chakra del plexo solar, y energías vitales 
de la tierra a través del chakra basal. Acumula estas energías y, a través de los chakras y los nadis, 
las conduce al cuerpo físico en flujos vitales ininterrumpidos. Las dos formas de energía se encargan de 
mantener un equilibrio vivo en las células corporales. Cuando el «hambre de energía» del organismo está
saciado, la energía sobrante del cuerpo etérico se irradia hacia fuera a través de los chakras y de los poros. 
Sale a través de los poros en filamentos de energía rectos de aproximadamente 5 centímetros de longitud y 
constituye el aura etérica, que, por lo general, es la primera fracción del aura total percibida por las personas clarividentes. 
Estos rayos se disponen en torno al cuerpo físico formando como un manto protector. Impiden a los gérmenes
patógenos y a los contaminantes penetrar en el cuerpo, y simultáneamente irradian un flujo constante de energía vital
 hacia el entorno.
            Esta protección natural significa que, básicamente, una persona no puede enfermar debido a causas de origen
 externo. Las razones de una enfermedad radican siempre en ella misma. Los pensamientos y emociones negativos, y 
una forma de vida que no esté en consonancia con las necesidades naturales de cuerpo (sobreesfuerzo, 
alimentación insana, abuso de alcohol, nicotina y drogas), pueden consumir la energía vital etérica, por lo que la 
irradiación energética natural perderá intensidad y vigor. De esta forma surgen zonas débiles en el aura.
 Los filamentos  energéticos  mencionados  aparecen  doblados o se sobrecruzan en formas desordenadas. 
El clarividente puede reconocer «agujeros» o «grietas» en el aura, a través de los cuales pueden penetrar en el
cuerpo las vibraciones negativas y las bacterias causantes de enfermedades. Además, la energía vital puede 
«escapar» de la zona no material a través de estas heridas.
            Debido a esta estrecha relación existente entre el estado de cuerpo físico y la radiación energética del 
cuerpo etérico, a menudo se habla también de un aura de la salud. Antes de manifestarse en el cuerpo físico, 
las enfermedades se manifiestan en el aura etérica. Y pueden ser detectadas y tratadas en este plano. 
La denominada fotografía Kirlian consiguió hacer visible por primera vez esta radiación energética, propia de 
cada ser vivo*. Basándose en este invento, se han hecho diagnósticos muy precisos y se han detectado 
enfermedades incluso cuando aún se encontraban en fase latente.
            El cuerpo etérico, y con él el cuerpo físico, reaccionan de forma particularmente intensa a los 
impulsos mentales que proceden del cuerpo mental. Aquí estriba la razón de los éxitos que el pensamiento 
positivo tiene sobre la salud. Nosotros podemos favorecer la salud de nuestro cuerpo utilizando prudentemente las
 sugestiones positivas.
            Otra función importante del cuerpo etérico consiste en servir de intermediario entre los cuerpos 
energéticos superiores y el cuerpo físico. Transmite al cuerpo emocional y al cuerpo mental las informaciones que
recogemos a través de los sentidos corporales, y simultáneamente transmite energías e informaciones desde los 
cuerpos superiores al cuerpo físico. Cuando el cuerpo etérico se encuentra debilitado, este flujo de información  y   
energía  se  halla  obstaculizado,  y  el  hombre puede parecer indiferente tanto en el plano emocional como en el mental.
            Para armonizar y recargar el cuerpo etérico son idóneas las diversas formas de terapia, a este respecto
 es interesante señalar que las plantas, en particular las flores y los árboles, también 
poseen una radiación energética muy semejante al aura etérica del hombre. Puedes utilizar esta radiación para 
proporcionar nueva energía a tu propia aura. También se encuentra en los aceites esenciales.
Apoya tu espalda contra un árbol que te resulte simpático o abrázalo, descargando todo tu cuerpo contra él.
 Deja que la fuerza armonizadora y energética del árbol se transmita a tu interior. También puedes tumbarte en una
 pradera florida y repleta de aromas y dejar que las vibraciones de las delicadas flores te envuelvan y penetren.
También las flores cortadas o las flores colocadas en un florero que tengas cerca de ti pueden transmitirte
algo de su energía activadora y armonizadora. Las plantas reaccionan a tu amor y a tu agradecimiento por este
servicio aumentando aún mas su fuerza de irradiación, pues entre sus  misiones figura la de ayudar de esta forma
 al hombre.

El cuerpo emocional

 El cuerpo emocional, con frecuencia denominado también cuerpo astral, es el portador de nuestros
 sentimientos, de nuestras emociones y de las cualidades de nuestro carácter; ocupa aproximadamente el mismo
 espacio que el cuerpo físico. En una persona poco desarrollada, sus contornos están poco delimitados: el cuerpo 
emocional se presenta como una sustancia nebulosa que se mueve caótica y desordenadamente en todas
 las direcciones. Cuanto más desarrollada esté una persona en la definición de sus sentimientos, sus simpatías
y las cualidades de su carácter, tanto más claro y transparente se manifestará su cuerpo emociona
El clarividente puede observar un contorno nítidamente marcado que se adapta perfectamente a la forma del cuerpo 
físico.
El aura del cuerpo emocional presenta una forma ovalada y puede extenderse a varios metros de distancia en
torno a la persona. Toda emoción se irradiará en su aura correspondiente a través del cuerpo emocional. 
Este proceso se produce fundamentalmente a través de los chakras, y en menor medida a través de los poros. 
El aura emocional está inevitablemente en movimiento. Junto a las peculiaridades del carácter fundamentales y 
relativamente constantes que se reflejan como los colores esenciales permanentes del aura, cada sentimiento 
instantáneo, cada estimulo del ámbito de las emociones, se reflejará en el aura. 
Es un juego indescriptible de colores irisados que cambian constantemente con toda clase de matices. 
Por ejemplo, emociones como la angustia, la furia, la opresión y las preocupaciones generan en el aura figuras 
nebulosas oscuras. Cuanto más abre una persona su conciencia al amor, la entrega y la alegría, más claros y 
transparentes son los colores que irradia su aura emocional.
 Ninguno de los otros cuerpos no materiales marca con tanta fuerza como el cuerpo emocional la visión del
mundo y de la realidad del hombre medio. En el cuerpo emocional se hallan almacenadas, entre otras, todas 
nuestras emociones no liberadas, las angustias y agresiones conscientes e inconscientes, las 
sensaciones de soledad, rechazo y falta de autoconfianza, etc.: emiten sus vibraciones a través del aura emocional 
y transmiten el mensaje inconsciente que enviamos al mundo exterior. Y aquí es donde se realiza el principio de 
la atracción mutua. Las frecuencias energéticas que emitimos atraen vibraciones energéticas iguales del entorno y 
se unen con ellas. Esto significa que, con frecuencia, nos encontraremos con personas y circunstancias que 
precisamente reflejan aquello que nosotros queremos evitar o de lo que queremos librarnos conscientemente, o 
aquello que tememos. De esta forma, el entorno nos sirve como espejo para todos aquellos elementos que 
hemos relegado desde nuestra vida consciente a las áreas del inconsciente. Efectivamente, los sentimientos no 
liberados del cuerpo emocional aspiran a mantenerse con vida y a crecer dentro de lo posible. Así nos llevan 
una y otra vez a situaciones que se encargan de repetir las vibraciones emocionales originales, puesto que esas 
vibraciones son como su alimento.
 La frecuencia de la angustia en una persona atrae situaciones en las que ve confirmada una y otra vez su 
angustia. Si esa persona encierra en si agresiones, siempre encontrará personas que exteriorizan las vibraciones 
de furia y agresión. Por ejemplo, si nos hemos propuesto no decir palabrotas en determinadas situaciones, pero 
sin haber liberado la agresión dentro de nosotros, puede suceder que alguien de nuestro alrededor comience 
inesperadamente a decir palabrotas.
   El pensamiento consciente y los objetivos mentales del cuerpo mental tienen poca influencia sobre el cuerpo 
emocional, que sigue sus propias leyes. El cuerpo mental puede dirigir el comportamiento hacia el exterior, pero 
no suprimir las estructuras emocionales inconscientes.
 Así, por ejemplo, una persona puede aspirar conscientemente al amor o el éxito, e inconscientemente irradiar
 frecuencias energéticas contradictorias de celos y falta de autoconfianza, que le impedirán alcanzar su objetivo 
consciente.
            Las estructuras emocionales continúan existiendo a través de las diferentes encarnaciones siempre 
que no se liberen, puesto que el cuerpo emocional perdura después de la muerte física y se une en la 
reencarnación con el nuevo cuerpo físico. Las experiencias no liberadas almacenadas en el cuerpo 
emocional determinan en gran medida las circunstancias de la nueva vida.
            Cuando hayamos comprendido realmente y de una vez por todas estas relaciones, debemos cesar 
obligatoriamente de vernos en el «papel de víctimas» y de atribuir la culpa de nuestras debilidades y miserias 
a otras personas o a las circunstancias. Eso significa en si mismo una gran liberación, puesto que entonces ya 
sabemos que tenemos gran parte de nuestro destino en nuestras propias manos, y podemos empezar a 
cambiar nuestra vida cambiándonos a nosotros mismos.
            La mayor proporción de «nudos emocionales» del cuerpo emocional se encuentra localizada en la zona 
del chakra del plexo solar. Este chakra nos proporciona el acceso más directo a nuestras estructuras 
emocionales a través de la vivencia inmediata. Sin embargo, si queremos percibir y conocer estas 
estructuras mediante el entendimiento consciente, debemos traspasar los contenidos del chakra del plexo solar 
con la forma de manifestación suprema del cuerpo mental, la visión intuitiva, a la que tenemos acceso a través 
del chakra frontal. Pero ni siquiera esto significa una liberación real. Una disolución de las estructuras 
emocionales sólo puede producirse a través del cuerpo espiritual, que manifiesta la sabiduría, el amor 
y la bendición de nuestro yo superior, permitiendo al mismo tiempo conocer las relaciones interiores partiendo 
de la visión universal y holística de dicho yo. Este vínculo podemos establecerlo a través del chakra del corazón 
y del chakra coronal.
El yo superior no enjuicia, no divide las experiencias en «buenas» y «malas». Nos indica que tenemos que 
recorrer determinadas experiencias sólo para comprender qué sentimientos y acciones tienen como 
consecuencia una separación de la mente divina original, causando con ello sufrimiento, y para comprender 
y aprender a entender las leyes cósmicas del equilibrio natural. En los ámbitos de la vida en los que hoy nos
consideramos «víctimas», en anteriores encarnaciones nosotros fuimos con gran frecuencia los «autores».
            También en la terapia de los chakras tiene una importancia decisiva una actitud interior en la que 
afirmamos todas las experiencias y contenidos del cuerpo emocional y en la que contemplamos las 
imágenes y sensaciones que aparecen espontáneamente, sin rechazar o enjuiciar nada de ello, puesto que 
de esta forma nuestro yo superior puede asumir él «mando» e imbuir en todo nuestro ser las energías 
espirituales de nuestro cuerpo energético supremo.
            Cuando las vibraciones de nuestro cuerpo espiritual se unen con el cuerpo emocional y lo penetran, 
éste comienza a vibrar más rápidamente y empieza a expulsar las energías negativas almacenadas, 
que tienen frecuencias menores. Con ello perdemos el recuerdo emocional de estas experiencias y 
podemos perdonarnos a nosotros mismos y a los demás.
            A medida que aumenta la disolución de las estructuras emocionales estancadas, el cuerpo emocional 
comienza a irradiar profundos sentimientos de amor y de alegría incondicional. 
El aura emocional luce con los colores más claros, intensos y transparentes, y los mensajes que emite 
al entorno atraen la felicidad y el amor. Una capacidad rayana en lo milagroso para atraer todo lo deseado 
es la consecuencia natural de un cuerpo emocional plenamente integrado que vibra con las frecuencias 
máximas que le son posibles.

El cuerpo mental

            Nuestros pensamientos e ideas, y nuestros conocimientos racionales e intuitivos, son portados por 
el cuerpo mental. Su vibración es mayor que la del cuerpo etérico y la del cuerpo emocional, y su estructura 
es menos compacta. Es de forma ovalada, y en el desarrollo superior del hombre su volumen puede 
extenderse hasta ocupar aproximadamente el mismo espacio que el cuerpo emocional y el aura 
emocional juntos. La irradiación áurica del cuerpo mental tiene un alcance de unos cuantos metros más.
            En una persona poco desarrollada mentalmente, el cuerpo mental tiene la apariencia de una 
sustancia blanca lechosa. Los pocos colores existentes son apagados y sin brillo, y su estructura aparece 
relativamente opaca. Cuanto más vivos son los pensamientos y cuanto más profundos son los 
conocimientos intelectuales de una persona, tanto más claros e intenso son los colores que irradia su 
vehículo mental.
            Al igual que el cuerpo emocional, el cuerpo mental también posee una octava mayor y 
una octava menor. Sus frecuencias menores se manifiestan en el pensamiento lineal del entendimiento 
racional, a través del cual buscan su acceso a la verdad la mayoría de las personas. 
Este tipo de actividad racional se basa en las percepciones del plano físico. Junto a esto, el cuerpo 
físico y sus sentidos recogen informaciones que transmiten al cuerpo emocional a través del 
cuerpo etérico; el cuerpo emocional transforma las informaciones en sentimientos y los retransmite 
después al cuerpo mental, que, a su vez, reacciona ante ellos con la formación de pensamientos verbales.
            Con frecuencia, debido a la influencia del cuerpo emocional y de sus estructuras emocionales 
no liberadas, las informaciones se distorsionan y el pensamiento se tiñe. Surgen esquemas mentales 
recurrentes a través de los cuales enjuiciamos los acontecimientos de nuestro mundo. 
Esto significa que el entendimiento racional no es ni mucho menos imparcial y objetivo, aun cuando 
se arrogue esa cualidad.
            Los pensamientos que surgen en el cuerpo mental por esta vía generalmente giran en torno 
al bienestar personal y a los intereses del devenir terrenal y mundano. En este caso la solución 
racional de los problemas se convierte en la función principal del cuerpo mental. Sin embargo, esto 
significa una distorsión de su carácter original y una limitación de sus capacidades.

El aura del hombre desde dentro hacia fuera: 1) El aura etérica. 
2) El aura emocional. 3) El aura mental. 4) El aura espiritual.
 La auténtica función del cuerpo mental consiste en recoger las verdades universales que le llegan del 
plano del cuerpo espiritual e integrarlas con el entendimiento racional, que las transfiere a las situaciones
 concretas y lleva a una solución del problema en consonancia con las leyes universales.
            Los conocimientos que de esta forma nos llegan del plano espiritual de nuestro ser se 
manifiestan como intuición en forma de intuiciones repentinas, a menudo en imágenes o incluso 
en sonidos que después se transforman en pensamientos verbales. Nos permiten mirar al interior de la 
auténtica naturaleza de las cosas y tienen una estructura holográfica, al contrario que el entendimiento 
lineal que parte de la concepción racional.
            El acceso a la octava superior del cuerpo mental lo encontramos en una unión del chakra frontal 
con el chakra coronal. Si el cuerpo mental está plenamente desarrollado, se convierte en el espejo del 
cuerpo espiritual, y el hombre realiza en su vida la sabiduría y el conocimiento integral del yo superior.

El cuerpo espiritual

            El cuerpo espiritual, a menudo denominado también cuerpo causal, es el que mayor frecuencia 
de vibración posee de todos los cuerpos energéticos. En personas que aún son demasiado inconscientes 
en el plano espiritual se extiende conjuntamente con su aura sólo un metro aproximadamente alrededor 
del cuerpo físico. Por contra, el cuerpo y el aura espirituales de personas totalmente despiertas 
pueden irradiar hasta varios kilómetros de distancia, con lo cual la forma ovalada original se transforma 
en un circulo regular.
            Si has tenido alguna vez la oportunidad de estar en presencia de un maestro iluminado, tal vez 
habrás observado que la atmósfera cambiaba repentinamente cuando te alejabas algunos kilómetros de él. 
La experiencia de la luz, de la plenitud y del amor que puede llenarte en la cercanía de un maestro pierde 
su intensidad tan pronto como sales del área de su aura.
            El cuerpo espiritual y su aura irradian en los colores más suaves, que al mismo tiempo poseen 
una fuerza de iluminación indescriptiblemente profunda. Del plano espiritual del ser fluye 
incansablemente la máxima y más radiante energía hacia el cuerpo espiritual. A medida que esta 
energía va transformándose en frecuencias menores, inunda también el cuerpo mental, el cuerpo 
emocional y el cuerpo etérico. Aumenta las vibraciones de estos cuerpos, de forma que en su ámbito de 
acción correspondiente pueden encontrar su máxima forma de expresión. 
Hasta qué punto podamos percibir conscientemente, absorber y aprovechar esta energía depende del 
desarrollo de los chakras.
            A través del cuerpo espiritual experimentamos la unidad interior con toda la vida. Nos une 
con el ser puro y divino, con la razón original omnipresente de la que han surgido y continúan 
surgiendo todas las manifestaciones en la creación. Desde este plano tenemos un acceso interior a
todo cuanto existe en la creación.
            El cuerpo espiritual es esa parte divina que hay en nosotros que es inmortal y que perdura
a toda la evolución, mientras los demás cuerpos no materiales se disuelven paulatinamente a medida 
que el hombre va desarrollándose a través de los niveles de conciencia que exige una existencia en
el plano terrenal, en el plano astral y en el plano mental.
            Sólo a través del cuerpo espiritual es posible conocer la fuente y el destino de nuestra existencia y 
comprender el auténtico sentido de nuestra vida. Cuando nos abrimos a sus vibraciones nuestra vida 
cobra una calidad completamente nueva. En todas nuestras acciones somos llevados por nuestro yo 
superior, y nuestra vida manifiesta la sabiduría, la fuerza, la bendición y el amor universal, que representan 
las cualidades naturales del aspecto supremo de nuestro yo.
La misión y el funcionamiento
de los chakras

La comprensión teórica de estas relaciones constituye el fundamento en el que se basa el conocimiento práctico 
sobre cada uno de los chakras individuales descritos en este libro.
            Los escritos que nos ha legado la tradición mencionan un número elevado de chakras: 88.000. 
Esto significa que en el cuerpo humano apenas existe ningún punto que no sea un órgano sensible para la 
recepción, transformación y retransmisión de energías. Sin embargo, la mayoría de estos chakras son muy 
pequeños y desempeñan un papel subordinado en el sistema energético. 
Existen aproximadamente 40 chakras secundarios a los que se asigna una mayor importancia. Los más importantes 
de ellos se encuentran en la zona del bazo, en la nuca, en las palmas de las manos y en las plantas de los pies.
Los siete chakras principales, situados a lo largo de un eje vertical junto a la mitad anterior del cuerpo, son 
tan decisivos para el funcionamiento de las zonas más fundamentales y esenciales del cuerpo, del espíritu y 
del alma del hombre.
            Aquí quisiéramos describir primeramente aquellas características que son comunes a los siete 
chakras principales. 
Se asientan verdaderamente en el cuerpo etérico del hombre. Se asemejan a cálices florales con forma de 
embudo y un número variado de pétalos. Por ello, en el ámbito cultural de Oriente a menudo se llaman también 
flores de loto. Las subdivisiones de las flores en pétalos independientes representan los nadis o los canales de 
energía a través de los cuales las energías fluyen y penetran en los chakras y a través de los que la energía 
se retransmite desde los chakras a los cuerpos no materiales. 
Su número varía desde cuatro canales en el centro radical hasta casi mil canales energéticos en el centro de la 
coronilla. 

Esta ilustración muestra una vista lateral de tos chakras en forma  de embudo, sus uniones con el canal principal en la 
columna vertebral, así como su posición más allá del cuerpo material







De la concavidad situada en el centro de cada cáliz parte un canal, a modo de peciolo de la flor del chakra, que llega 
hasta la columna vertebral y empalma directamente con ésta. Este canal une los chakras con el canal energético principal, 
denominado Sushumna, que asciende por el interior de la columna vertebral y continúa en la cabeza hasta la coronilla.
            Los chakras se encuentran en permanente movimiento circular. A esta cualidad deben su nombre de «chakra», que
 en sánscrito significa «rueda». El movimiento giratorio de estas ruedas produce que la energía sea atraída hacia el interior 
de los chakras. Si el sentido de giro cambia, la energía es radiada partiendo de los chakras.
            Los chakras pueden girar hacia la derecha o hacia la izquierda. Aquí puede reconocerse un principio contrapuesto en 
el hombre y la mujer, o una complementación en la expresión de las energías de diferente “especie" puesto que los mismos 
chakras que en el hombre giran hacia la derecha (en el sentido de las agujas del reloj), en la mujer giran hacia izquierda, y 
viceversa. Todo giro a la derecha tiene como peculiaridad un predominio de la cualidad masculina, una acentuación del yang 
según la doctrina china; es decir, representa voluntad y actividad, y en su forma negativa de manifestación, también agresividad
 y violencia. Todo giro a la izquierda tiene un predominio del yin y representa sensibilidad y acuerdo, y en su aspecto negativo, 
debilidad.
            El sentido de giro cambia de un chakra a otro. Así, el chakra basal del hombre gira hacia la derecha, y expresa más 
activamente las cualidades de este centro: en sentido de conquista y dominio en el ámbito material y sexual. Por contra, el 
primer chakra de la mujer tiene sentido de giro hacia la izquierda, lo que la hace más sensible para la fuerza vivificadora y 
engendradora de la tierra, que fluye a través del centro radical. En el segundo chakra se invierten los signos: el sentido de 
giro hacia la derecha en la mujer indica una mayor energía activa en la expresión de los sentimientos; el sentido de giro 
hacia  la  izquierda  del  hombre  puede  interpretarse aquí preferentemente como lo receptivo, a menudo incluso 
como actitud pasiva. Y así sucesivamente. Los sentidos de giro hacia
Sentido de giro de los chakras en la mujer

La línea continua que asciende ondulando simboliza Pingala, la energía solar, y la línea de puntos 
representa a Ida, la fuerza lunar.
            Los chakras de la mayoría de las personas tienen una extensión media aproximada de 10 centímetros. En cada uno de los 
centros energéticos existen todas las vibraciones cromáticas, si bien siempre domina un color determinado, que coincide con la 
función principal del chakra correspondiente. En un desarrollo superior del hombre, los chakras continúan extendiéndose y aumenta 
su frecuencia de vibración. También sus colores se hacen más claros y radiantes.
            El tamaño y el número de vibraciones (frecuencia) de los chakras determinan la cantidad y la calidad de las energías que 
absorben procedentes de las fuentes más variadas. Se trata de energías que vienen a nosotros del cosmos, de las estrellas, de la 
naturaleza, de la radiación de todas las cosas y todas las personas de nuestro entorno, de nuestros diferentes cuerpos no materiales, y 
también de la razón original no manifestada de todo ser. Esas energías llegan a los chakras, en parte, a través de los nadis, y, en parte, 
fluyen hasta su interior de forma directa. Las dos formas de energía más importantes y fundamentales son absorbidas a través del 
centro radical y del centro coronal. Entre estos dos chakras discurre el Sushumna, al que están unidos todos los centros energéticos a 
través de sus «peciolos» y que alimenta a todos ellos de fuerza vital. Es el canal a través del cual asciende la denominada energía Kundalini, 
que reposa, «enrollada como una serpiente», en el extremo inferior de la columna vertebral, y cuya puerta de entrada es el centro radical.
La energía Kundalini representa la energía cósmica de la creación, que en la sabiduría india también se denomina Shakti o la manifestación 
femenina de dios. Este aspecto activo del ser divino provoca todas las manifestaciones de la creación. Su polo opuesto es el aspecto puro, 
amorfo y autoinherente del ser divino, en el que incidiremos con más detalle más adelante.
            En la mayoría de las personas la energía Kundalini sólo fluye a través de Sushumna en proporción escasa. A medida que va 
despertándose por un desarrollo creciente de la consciencia, va ascendiendo a través del canal de la columna vertebral en un flujo siempre 
creciente, y activando los diferentes chakras. Esta activación produce una extensión de los centros energéticos y una aceleración de sus 
frecuencias. La energía Kundalini alimenta los chakras con la vibración energética que faculta a los hombres para ir abriendo paulatinamente 
en el curso de su evolución todas las facultades y energías que actúan en los diferentes planos energéticos y materiales de la creación,
con el fin de integrar dichas energías en su vida.
            Durante su ascenso, la energía Kundalini se transforma en una vibración diferente en cada chakra, correspondiente a las funciones
del chakra respectivo. Esta vibración es mínima en el centro radical y encuentra su máxima expresión en el centro coronal. Las vibraciones transformadas son retransmitidas a los diferentes cuerpos no materiales o al cuerpo físico, y se perciben como sentimientos, ideas y 
sensaciones físicas.
            El grado en que una persona permite la acción de la energía Kundalini depende del grado de conciencia que tenga en los 
diferentes ámbitos de la vida representados por los chakras, y de la medida en que el estrés y las vivencias no procesadas hayan 
causado bloqueos en los chakras. Cuanto más consciente es una persona, tanto más abiertos y activos están sus chakras, de forma que 
la energía Kundalini puede fluir a ellos con más intensidad; y cuando más intenso sea este flujo de energía, tanto más activos se volverán
los chakras, lo cual, a su vez, despierta una mayor conciencia. De esta forma surge un ciclo permanente de mutua influencia, tan 
pronto como empecemos a eliminar nuestros bloqueos y a recorrer una senda del desarrollo de la conciencia.



            Además de la energía Kundalini existe otra fuerza que fluye al interior de cada uno de los chakras a través del canal Sushumna 
de la columna vertebral. Es la energía del ser divino puro, del aspecto no manifestado de Dios. Entra a través del chakra coronal y hace
 que el hombre conozca en todos los planos de la vida el aspecto existencial amorfo de Dios como la razón original, inmutable y que todo 
lo penetra, de aquella manifestación. Esta energía es particularmente adecuada para eliminar los bloqueos de los chakras. 
En la sabiduría india se le denomina Shiva, la divinidad, que es la gran destructora del desconocimiento y que con su mera presencia desata
una transformación hacia lo divino.


Junto al Sushumna hay otros dos canales energéticos que desempeñan un papel particularmente importante en el sistema energético: 
en sánscrito se denominan Ida y Pingala. Pingala hace las veces de portador de la energía solar, llena de ardor y fuerza motora.
 Este canal empieza a la derecha del chakra radical y termina en la parte superior del orificio nasal derecho. Ida es el portador de la 
energía lunar que enfría y serena. Este canal comienza a la izquierda del chakra radical y termina en el orificio nasal izquierdo.
 En su camino desde el centro radical hasta la nariz, ambos nadis se retuercen alrededor de Sushumna.

Ida y Pingala tienen la facultad de absorber prana directamente del aire mediante la respiración, y de expulsar sustancias 
venenosas en la espiración. Junto con el Sushumna, constituyen los tres canales principales del sistema energético. 
Además, hay un gran número de otros nadis que aportan a los chakras energías procedentes de los chakras secundarios y
de los cuerpos no materiales, y que retransmiten esa energía a los cuerpos energéticos vecinos.


Pero los chakras también absorben directamente vibraciones del entorno, vibraciones que se corresponden con sus 
frecuencias. Así, mediante sus diferentes formas de funcionamiento, nos unen con los sucesos de nuestro entorno, 
de la naturaleza y del universo, sirviendo como antenas para la gama completa de vibraciones energéticas. 
También podemos denominar a los chakras los órganos sensoriales no materiales. Nuestro cuerpo físico, junto 
con sus sentidos, es un vehículo adaptado a las leyes de la vida de nuestro planeta, y con cuya ayuda nos las 
arreglamos en el ámbito externo de la vida, pero con el que simultáneamente también podemos realizar en la 
tierra nuestros valores y conocimientos internos. Los chakras sirven como receptores para todas las vibraciones 
energéticas e informaciones que proceden del ámbito físico. 
Son las aberturas que nos unen con el mundo ilimitado de las energías más sutiles.
            Asimismo los chakras irradian energía directamente al entorno, con lo que modifican la atmósfera a 
nuestro alrededor. A través de los chakras podemos emitir vibraciones curativas y mensajes, conscientes e 
inconscientes, influyendo tanto positiva como negativamente sobre las personas, las situaciones e incluso 
la materia.
            Para experimentar una plenitud interior, y la energía, la creatividad, el conocimiento, el amor y la 
bendición a ella asociados, todos los chakras deben estar abiertos y trabajar en mutua armonía. 
Sin embargo, esta circunstancia se da en muy pocas personas. En general, los diferentes chakras tienen 
un grado de activación distinto. Y muchas veces sólo están activados los dos chakras inferiores. 
En las personas que ostentan una posición social sobresaliente, o que de alguna manera ejercen una 
gran influencia, es frecuente que, además, el chakra del plexo solar se encuentra 
desproporcionadamente activo. 
Es posible que exista cualquier combinación de chakras abiertos, bloqueados o marcados en un sentido 
concreto. Además, estos grados oscilan a lo largo de una vida, puesto que en momentos diferentes 
pueden adquirir importancia temas distintos.
            Por lo tanto, el conocimiento de los chakras puede aportarte una ayuda inestimable para el 
autoconocimiento, y guiarte en tu camino para descubrir todas las facultades innatas, obsequiándote con 
una vida de plenitud y alegría máximas.

Extraído de  "El gran libro de los Chacras"







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